Mirando hacia adelante, 1 de enero 2018

¡Qué rápido se ha acabado el año viejo y qué pronto ha llegado el nuevo! Mirando hacia atrás, decimos con Samuel: “Hasta aquí nos ayudó Jehová” (1 S 7.12). Mirando hacia adelante, decimos: “En tu mano están mis tiempos” (Sal 31.15). En medio de los dos tiempos miramos hacia arriba, hacia Aquel que ha de venir, “[que] vendrá y no tardará” (He 10.36). ¡Qué maravilloso año sería si fuera el de la venida de nuestro amado Salvador!

En Josué 1, Josué y los israelitas estaban frente a la tierra prometida. Moisés ya había muerto y también casi
toda su generación; murieron fuera de sus fronteras. Moisés (la ley) no pudo hacer entrar al pueblo de Dios a su herencia. Se necesitaba a Josué (o Jesús en griego), representante de la gracia, el principio de poder. “El pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Ro 6.14).

Le esperaban a Josué obstáculos imposibles, enemigos fuertes y la tremenda responsabilidad de dos o tres millones de personas. Dos veces Dios le dio la promesa de su presencia (vv 5, 7). Tal promesa le fue dada a Jacob cuando huía de su hermano (Gn 28.15), así como a los hijos de Israel poco antes de la muerte de Moisés (Dt 31.6, 8), a Salomón antes de edificar el templo (1 Cr 28.20), y a los hebreos a punto de sufrir mucha persecución (He 13.5). Cristo se la dijo a sus discípulos al mandarlos a evangelizar
un mundo perdido: “Y he aquí que estoy yo con vosotros siempre, hasta la consumación del siglo” (Mt 28:20 VM). Grandes retos requieren grandes recursos.

Tres veces en Josué 1 la misma palabra hebrea describe la tierra como regalada: v. 2 “doy”, v. 3 “entregado”, y v. 6 “daría”. No obstante, tuvieron una gran pelea para poseerla. ¡Imagínese que algún amigo le regala un helicóptero de juguete pero nunca lo abre, ni lo saca, ni lo prueba y al final lo pone en un clóset! ¡Imagínese tener una casa regalada sin jamás habitarla! ¿Así es Cristo, la Biblia, la asamblea, la herencia espiritual para usted? Josué tuvo que repartir la tierra a las nueve tribus y media. Gracias a Dios por hombres capaces que nos ayudan a disfrutar nuestra porción en Cristo.

Dios le prometió a Israel su protección para prevalecer contra sus enemigos (v. 5). Aunque fallamos, no estamos destinados al fracaso. Al contrario, somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó (Ro 8.37).

¡Josué, tú eres un líder! ¡Practica lo que predicas! Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó (v. 7). No podemos conducir a otros por un camino por donde no vamos nosotros mismos primero.

¡La palabra es primordial! Nunca (continuamente) se apartará de tu boca (conversacionalmente) este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él (contemplativamente), para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito (cumplidamente); porque entonces harás prosperar tu camino (crecidamente), y todo te saldrá bien (contentamente), (v. 8).

Dios le dijo a Josué que pasara el Jordán, algo completamente imposible (v. 2). Josué no sabía cómo, pero les dijo a los oficiales que en tres días lo iban a cruzar (v. 11). No titubeó en incredulidad, pues el justo vivirá por la fe (He 10.28). En 2018 lo imposible es hecho posible porque Él mismo ha dicho: “NUNCA TE DEJARÉ NI TE DESAMPARARÉ, de manera que decimos confiadamente: “EL SEÑOR ES EL QUE ME AYUDA; NO TEMERÉ. ¿QUÉ PODRÁ HACERME EL HOMBRE?” (He 13.5, 6 NBLH).

Por Tomás Kember