Inglés: “Neither do I condemn thee”
Hombres en Jerusalén,
llenos de rencor,
expresaron su desdén
ante el Salvador:
“Ha pecado esta mujer”,
les oyó decir.
“Nuestra ley nos hace ver
que ella ha de morir.”
“¡No! Yo no te condeno
ve, y no peques más.”
El Señor la perdonó,
y le dio gran paz.
Misericordia le mostró
nuestro Salvador.
Gracia divina allí triunfó,
y brilló el amor.
Con el dedo en tierra allí,
Cristo escribió
algo que a esos hombres sí
les incomodó.
¿Quién aquí es sin maldad?
Él les preguntó.
La conciencia, en verdad,
les redarguyó.
Nadie, entonces, la acusó;
¿quién iba a poder?
Ni una piedra se lanzó
contra la mujer.
Del mayor hasta el menor,
yendo para atrás,
se alejaron del Señor,
sin decirle más.